Hoy voy a meterme con Juan porque, como él muy bien sabe reconocer, todos necesitamos de vez en cuando un raspapolvo; si es necesario, allí donde más duela; donde uno más convencido esté de estar en lo cierto. Porque el mayor beneficio que le pueden hacer a uno criticarle. Hay mil argumentos que lo demuestran. Criticar vale dinero. Adular no vale nada. Luego le pasaré la factura.
¿A que no te lo esperabas? Y menos después de un post tan cuidado y tan reflexivo... Bueno. Pues a ello.
Y la primera va a ser la misma que me haga a mi mismo. Tenemos la costumbre de hablar con tanta convicción, al menos aparente, que parece que no dejamos la más sombra de duda en nuestras afirmaciones. Casi deberíamos poner siempre al principio de cada narración, alguna frase que lo indique, por ejemplo:
'Todo lo que se afirme o se niegue en este artículo estará sujeto a revisiones'
o
'Interpréntense todas las aseveraciones vertidas en el post como hipótesis de trabajo'
o
'El parecido de la teoría defendida, con la realidad puede ser una coincidencia'
o
'Todas afirmaciones, medidas, descripciones, tesis, y sus correspondientes cálculos y conclusiones, pueden tener porcentajes de error de hasta el +- 50%'
También podría valer algún refrán
'Entre el dicho y el hecho hay un trecho'
o, al menos, anteponer a cada frase una notación del tipo: "yo creo...", "tal vez...", "podría ser que...", "según mis cálculos..." etc.
Así, está bien cuando dices que 'me parece a mi' que ahora se está perdiendo 'el cariñó humano y la comprensión' 'y los lazos sanguíneos' en las relaciones familiares. Pero no has puesto ningún acento de duda en que sea bueno tener esas afectividades tan grandes. . Podías haber dejado un margen de duda sobre que demasiados lazos familiares nos podría conducir a una organización tipo mafiosa o matriarcal (o patriarcal). Ten en cuenta que lo del 'cariño' se ha podido inventar para fortalecer las relaciones entre parejas y entre padres e hijos, por razones obvias. Y nada más. Los demás "cariños", amistades, han de ser menos sentimentales, menos pasionales, y más racionales basados en intereses comunes, afinidades, proyectos, iniciativas, etc... ¡Ya se que es por criticar...!
Dices que 'no [hay que] vivir con tristeza'. ¡Nosajoio!. ¿Como se hace eso? Ni con estrés, ni con ansiedad, ni con pena.... Y que el dinero no lo soluciona... ¿Entonces? Por lo menos, has reconocido que ayuda. A otros, no se, pero a mi el dinero me da alegría y ganas de vivir, y por eso tenemos que ir a trabajar todos los días. Si pudiéramos empezar por el final, en lugar de trabajar, primero nos haríamos felices y luego... ¿para qué íbamos a ir a trabajar o a ganar dinero? ¿Para dárselo a los demás y hacer a otros felices...? Pues tampoco, que se hagan ellos felices también. Y todos tan contentos.
Yo creo que sucede -como hace notar Carmen-, que los que pasaron penurias en la infancia y carecieron de todo: dinero, recursos, medios,... ahora, cuando lo tienen, lo disfrutan más (son más felices); más que los que han nacido en la abundancia.
¡Y tu, avíva el entusiasmo por el huerto...! Ahora que me voy a quedar yo sin él. Total, para el uso que he hecho... ¿O es que crees que los que no nos divertimos, no nos gusta? Lo de Porriñas tiene gracia: algunos se cree que ser feliz es estar 'tol' día cantando y bebiendo... Yo entiendo que de lo que se trata es de encontrar siempre satisfacciones de cada una de las circunstancias que te toca vivir. Ver el lado positivo de las cosas. Sacar ventaja hasta de los contratiempos.
Por último decirte que eso de que 'la inteligencia esta reconcomida por el bichito de la ignorancia', aunque tu te entiendas, lo vas a tener que explicar mejor, porque es una contradicción. Si 'la inteligencia estuviera reconcomida por el bichito de la ignorancia' entonces no sería inteligencia, salvo que la 'Inteligencia' a la que tu te refieres sea otra cosa con patas, que en lugar de estar haciendo las funciones que la Sociedad le ha asignado, se esté dejando llevar por factores perversos, que harán mucho más daño desde sus posiciones de privilegio. Incluyendo la juventud; a los que damos el mando, la iniciativa, la confianza y las mejores herramientas que hemos podido fabricar en nuestra generación; pero no el rumbo, ni el destino, de esta inmensa nave en la que estamos todos embarcados, sin tener muy claro a donde vamos; sólo con la vaga esperanza de que se vaya perfilando a medida que avanzamos.
