EL CABALLISTA.-
Por el año l.984 del siglo próximo pasado, al poco tiempo de terminar la sementera con tío Pepe Mariscal, que en Paz descanse, me buscó si quería ir de mozo de caballo a una cacería que organizaba D. VENTURA en la finca de 'BERENGA', de nuestro termino municipal, a lo que le contesté que sí, Me digo que mi trabajo iba a consistir en coger a su burra por la mañana temprano, y pasarme por la finca de 'CACHIPORRO', donde recogería tres caballos y de allí trasladarlos a la citada finca de Berenga. Lo consulte con mis padres, que de seguida aceptaron.
Llegado el día madrugué, si bien ya se escuchaban los gruñidos de algunos guarros que se sacrifican para las matanzas. En esa fecha se mataban muchas. Hasta el punto de que el Veterinario que reconocía la carne, dividió al pueblo en dos mitades, cogiendo como referencia la Carrera antigua o Avdª de los Emigrantes
Cuando llegué a casa de tío PEPE, ya estaba la burra amarrada en el interior del portal, con la albarda puesta, era un animal de regular alzada, pelo negro, con la barriga blanca, bastante gorda, el cuello caído.; la saqué a la calle, la puse una manta de lana color Arco Iris, y las alforjas donde mi madre me había puesto un trozo de pan y una merendera con dos torreznos y tres o cuatro pimientos fritos. Seguidamente monté y me puse en camino por el Cordel dirección a la Cuerda. La maña era muy fría, había caído una helada que mas bien parecía nevada, con un vientecillo gallego, que la hacia ser mas fría, por lo que, me baje la gorra hasta las orejas y me tape con la manta, metiendo las manos entre la albarda y la piel del animal para mantenerlas calientes.
Cuando llegué a la cita finca 'Cachiporro', ya tenía tío IGNACIO (El erizo), pastor y Guarda en la misma, los tres caballos a la puerta de la casa con las monturas puestas. Recuerdo que me invitó a que pasara a calentarle a la lumbre. Rehusé por considerar que podía molestar al resto de su familia que dormía todavía en el interior. Cogí a los caballos, los amarre al cuello de la burra para yo tener libres las manos, regrese al camino de la Cuerda dirección a la citada finca.
Antes de llegar, ya veía un gran resplandor de lumbre a la puerta de la casa, los caballos se espantaba, por lo que tuve que pararme y dejarlos algo retirados del lugar, para que estuvieran tranquilos. Los maneé por separado y a la burra la até a la rama de una encina. Acto seguido me fui a presentar al grupo dando los buenos días; me contestaron a la vez que escuche (ya está aquí el Caballista).Había dos grandes lumbres, en una se calentaban los cazadores y en la otra todo el servicio de secretarios y ojeadores; no muy lejos había (4) CUATRO coches grandes de la época, en los que no me fije la marca. Algo retirada de la lumbre habían instalado, una mesa alargada y sobre ella se veía los servicios del desayuno sin retirar. Una de las señoras, se adelantó hacia mí, ofreciéndome un tazón de china con café y leche de cabra caliente que, me supo a gloria bendita, comenzando mi cuerpo a entrar en calor normal
No conocía a nadie de los presentes, excepto a D. VENTURA que en Paz descase, se destacaba de los demás por su estatura, igualmente observe que se encontraba en la otra lumbre el Sr. SANCHEZ, que en Paz descanse, del que no recuerdo su nombre. El resto de personal eran todos forasteros, los cazadores venidos de Madrid y otros de Cáceres Capital; el resto eran de Jaraicejo (mohínos) o monjinos, contratados como Ojeadores en un número aproximado de 10 a 15 individuos, todos jóvenes.
Era la primera vez y última que participé en una cacería. Los Cazadores iban vestidos casi de uniforme; todos con botas altas de cuero, pantalón de pana color verde, chaleco canana de material, chaqueta de género verde y pelliza de antes con el cuello de borrego. De entre ellos destacaban dos mujeres, la mayor de unos 50 años, bajita, regordeta y la otra mas joven de unos 30 años aproximadamente, alta, ambas vestían botas altas, pantalón oscuro, la bajita con chaleco canana, las dos, con chaqueta de género color oscuro.
Los primeros en salir fueron los ojeadores, con ordenes precisas para que se trasladaran por la cima del RIBERO, dirección a la casa de Cercaillo, desde allí, extenderse sobre el terreno hasta el Río Almonte ; que debían esperar la señal de la corneta para comenzar a espantar a la caza.
Cuando el Sol ya salía por encima de las encinas y la helada había perdido fuerza, con el vientecillo gallego persistente, alguien dio la orden de salir, poniéndose todo el mundo en movimiento, caminado casi en formación por una senda fuera de caminos, hacía el lugar del primer PUESTO, yo me quedé el último con los caballos y la burra. Cuando habíamos caminado unos 300 metros, se me acercaron tres de los Señores mayores que montaron cada uno en un caballo; seguidamente se me acercaron las señoras que, igualmente querían montar la de mayor edad en la burra; se presentaron por el nombre que ahora no recuerdo. Arrimé el animal a un cancho (roca) mientras la sujetaba, la mas joven ayudaba a subir a la mayor, si bien tuve que intervenir empujando por las piernas hasta situarla en la grupa, en ese momento me fijé que la única que llevaba escopeta en una funda de cuero, era la mayor, la otra desde ese momento me pareció, que era la secretaria, criada o amiga.
Cuando llegamos al puesto a batir todos en silencio, cada uno se fue al sitio que, en sorteo les había tocado, a las mujeres por alguna deferencia, las tocó lo más limpio y llano en la cima de los RIBEROS. Todos protegidos por alguna borla de matas a accidente natural; para ocultarse; los cazadores contaban con un secretario para observar donde caían las piezas abatidas que debían recuperar al final. Cuando ya se habían situado escuche el toque de Corneta, anunciado a los ojeadores, que podían comenzar ha batir el terreno asignado. Yo con los caballos y la burra, por seguridad, me retire hacia atrás unos 150 metros aproximadamente,
Al poco tiempo de espezar, comenzaron a entrar por oleadas, gran cantidad de perdices, que los cazadores abatían con facilidad, o eso me parecía a mí desde mi preferente lugar de observación.
Durante la recogida de las piezas, me pasaron próximos, la mujer que me dio el tazón de café por la mañana, con un burro cargado con aguaderas de la que sobresalía un cántaro al parece con agua, y comida para el que quisiera. La acompaña un chaval jovencito, al que yo no había visto asta ese momento.
Una vez recuperada las piezas, contaban las que cada uno había conseguido capturar, y todas las depositadas en las aguaderas que portaba el referido burro.
Esta operación se realizó por tres veces, la última ya cerca de la casa junto al cordel, a mi me hacían señales, para que fuera a recogerlos y situarlos en el siguiente Puesto, con lo que las mujeres eran mi atención preferente, los caballos los cogía el primero llegaba o el que más cansado se encontraba, las Señoras tenía que hacer el mismo sistema de Arrimar la burra a un cancho, si bien en ambas ocasiones, la primera en montar era la joven que lo hacía con bastante facilidad, dado su estatura y posiblemente acostumbrada a subir en caballería, se colocaba a la grupa, mientras que la mayor tenia que ayudarla por el pompi, hasta situarla ahorcajada, sobre la albarda del animal
Yo por la mañana durante la espera y después de tomado el café, me entró gana y me comí la comida que me había puesto mi madre en las alforjas, durante el resto del día, se olvidaron de mí. A nadie se le ocurrió ofrecerme para comer, eso que yo intuía que, en las aguaderas del citado burro, siempre iba pan y supongo que embutido, porque a ellos si les veía comer.
Por la tarde al finalizar la cacería, ya con el sol decayendo por el horizonte, recogí como siempre a las dos mujeres, muy satisfechas de la caza abatida, las monte sobre la burra y nos retiramos a la casa de la citada finca Berenga, cuando hube recogido los caballos y maneados en las proximidades, ni corto ni perezoso, con más hambre que Dios talento, me fui a buscar a la mujer de la intendencia, explicándola que yo no había comido. La verdad, no se lo creía que, hubiera pasado delante de mi, tres o cuatro veces con avituallamiento, y mi cortedad o timidez me impidieran solicitar comida.
Pasé al interior de la casa, donde con gran apetito, me comí dos platos de habichuelas con oreja de cerdo y chorizo un buen trozo de pan, bebiéndome un par de vasos de vino. Quedé nuevo. Me despedí dando las gracias, cogiendo la burra y los caballos, dando por finalizada la jornada.
Cuando llegué al camino de La Cuerda, dirección Cachiporro, ya era de noche, seguía haciendo bastante frío y comenzaba a extenderse una niebla propia de la época. No se que me pasó, el resultado es que, cuando llevaba un rato caminando, me empezó a doler el estómago y sentirme mal, hasta el punto que empecé arrojar por la boca sin detener a la burra, creo que multiplique lo comido y bebido con creces. Al final quedé con un mal estar que todavía siento en mi interior.
En la citada finca de Cachiporro, ya me esperaba tío Ignacio, que se hizo cargo de los caballos; a la vez que sin bajarme de la burra, le dije que tenía prisa y sin más, me puse camino del pueblo. La niebla como es natural cada vez era mas densa y fría, no veía ni torta, arropado a la manta, el animal, me llevó hasta las cercas del pueblo, cuando vi una luz tenue que se movía delante de mí. Era mi padre tío CLODO, con un FAROL de aceite; en vista a que se les hacía en casa que tardaba, había salido en mi busca pensando que me podía haber pasado algo. Cuando dejé la burra, tío PEPE, estaba esperándome igualmente preocupado por mi tardanza, si bien a ninguno conté en ese momento que me había pasado, me limité a decir que había terminado tarde la cacería.
A la mañana siguiente, mi madre, me preguntó si había cobrado el SUELDO, la dije que no que, a mi no me había pagado nadie. Pasado unos días me encontré con tío PEPE y le pregunté quien me pagaba, a lo que contestó que era cosa de D. VENTURA, que no me preocupara, ya se encargaba él de recordárselo cuando le viera.
Resultado, hubo un tiempo que pensábamos en casa que no cobraría, yo estaba cansado de reclamarle a tío PEPE, que era quien me buscó, para que se me pagara mi sueldo; recibiendo siempre la misma respuesta, no te preocupes que ya te pagará. Así duró (2) DOS años.
El día que me tallé por mi quinta, estaba celebrándolo, con mis hermanos, cuñados y amigos en el Bar de Tía LAURA, era cerca de la hora de comer, cuando entraron el referido Bar, toda la pandilla de tío Emiliano El Zapatero, que en Paz descase, tío Manolo Mariscal, tío Guardia etc. Entre ellos venía D. Ventura y tío Pepe Mariscal..
Como ya estábamos todos, bastante calientes, Yo ni mas corto, ni perezoso, me fui a buscar a tío Pepe, para volver a reclamarle mi sueldo. Se quedó sorprendido, pensaba que ya me habían pagado, al instante, se fue a buscar a D. Ventura que in situ, le dio el dinero para que me lo entregara, creo que fueron (12) DOCE pesetas. A la vez que nos convidaron una ronda. Bien está lo que bien acaba. Saludos para todos.
Girona, 29 de mayo de 2008.